Los días sin sus días, las noches que no alargan, los grillos sin sus filos y los cantos de mañana, ya no hay número, ni fecha, ni signo que se encaja, en las juergas, y las copas, los años que se pasan.
Que ya no existan más las vueltas a los astros, mas que para señalar abrazos y lágrimas, y rostros que se conservan pasados, vivos y olorosos, con una arepa o un caldo, un levantarse de la tierra con sus sonrisas y llantos es apretar las manos, los caminos, la dulzura con sus charcos.
Que se extingan tantas fechas con sus tortas y sus vinos que ya no existan más cumpleaños con sus velas y sus niños, que se siembren mujeres todas amarillas y rosadas, negras blancas, sol y trigo; que germinen eclipsadas con sus hojas y sus hijos con sus amores de invierno, con sus sexos al frío, con su constancia en segundos, con sus fideos y bucles, con sus amados amantes y sus veranos corpiños.

Mujeres todas y Madres y Tías y abuelas e historias sin tiempo, que ya que no existan los días, y las fechas exactas que para besarles y amarles, solo basta en cada instante alguna gota, alguna tarde, solo este inmortal suspiro. (Alfonso Luis)
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